Reciban un cordial saludo, a todos los que a través de este blog de la PARROQUIA INMACULADA CONCEPCIÓN, de Yaritagua, Municipio Peña Estado Yaracuy, Venezuela están en contacto. Queremos crecer como una comunidad cristiana que ANUNCIA, FORMA, CELEBRA Y DA TESTIMONIO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO. Todos los cristianos, nos sentimos invitados y llamados a asumir el compromiso de evangelizar de la que cada uno somos corresponsables. Párroco Jesús Antonio Acero.

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lunes, 26 de febrero de 2018

Víacrucis 26-02-2018 Sector Tapa la Lucha

Hemos pecado, pero nuestro Dios es compasivo y perdona
Sed misericordiosos como el Padre es misericordioso.
La relación entre el pecado del ser humano y el correspondiente castigo de Dios desaparece. Dios no nos castiga. El mal que realizamos a los otros o a nosotros mismos, es la causa de la tristeza, la incomodidad, la desdicha, la ruptura, el desanimo que se ponen de manifiesto en el fondo de nuestro ser.
No son los malhumores pasajeros, ni el malestar por algo que nos incomoda o nos fastidia, es la instalación en actitudes que no generan bien sino daño, tanto en nosotros como en los otros. Pueden ser cosas incluso no muy importantes, pero que van demoliendo poco a poco la alegría de vivir. Si reflexionamos un poco la Palabra de Dios, quizá encontremos experiencias personales de ese “no hacer caso” a lo que el Señor nos propone.
El Sentir el dolor por el mal causado nos sitúa en el punto del camino en que podemos cambiar el sentido de la marcha, y tomar aquel camino que es el de acercándonos al Dios misericordioso que nos capacita para ir transformando nuestra vida y nos permite sentirnos acogidos incondicionalmente por el Dios que nos ama en nuestra pobreza y fragilidad humana.
Jesús nos propone, al comienzo del texto evangélico que hoy escuchamos, uno de los desafíos más radicales a los que podemos enfrentarnos. Tan radical y tan “inalcanzable” que con frecuencia preferimos fijarnos en las frases que siguen, que pueden servir de explicación y también poner a nuestra “pequeña” altura la comprensión de lo que ello significaría. Ser misericordiosos como lo es el Padre es la invitación que nos muestra el objetivo en forma de proceso de toda una vida. Nuestras primeras reacciones humanas no siempre están regidas por la acogida misericordiosa del otro, quienquiera que sea. Quizá porque tampoco nos hemos expuesto del todo, desde lo más profundo de nuestro ser, a mostrarnos al Señor tal como somos y estamos cada día, poniendo en sus manos todo aquello que con tanta frecuencia creemos que está en las nuestras. Sólo de esa exposición al amor del Padre puede nacer la experiencia de ser acogidos por el Amor absoluto, a pesar de nuestra pequeñez. Y sólo por sabernos amados sin mérito ninguno por nuestra parte, podremos acoger esa pequeñez y la de los otros y “ser misericordiosos” del modo en que Jesús nos invita a ello.
Dejemos que el Señor Jesús nos sitúe en el sendero seguro.

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