Reciban un cordial saludo, a todos los que a través de este blog de la PARROQUIA INMACULADA CONCEPCIÓN, de Yaritagua, Municipio Peña Estado Yaracuy, Venezuela están en contacto. Queremos crecer como una comunidad cristiana que ANUNCIA, FORMA, CELEBRA Y DA TESTIMONIO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO. Todos los cristianos, nos sentimos invitados y llamados a asumir el compromiso de evangelizar de la que cada uno somos corresponsables. Párroco Jesús Antonio Acero.

Se Invita a la Feligresía en general, a participar de las Charlas de Formación los días martes a partir de las 5:30pm


jueves, 29 de marzo de 2018

Misa Crismal 29-03-18

Catedral de San Felipe 29 De Marzo 2.018
Hoy se encuentra reunido en pleno el Clero Yaracuyano para celebrar la Misa Crismal, presidida por Mons. Victor Hugo Basabe, en este jueves Sacerdotal oremos por nuestros sacerdotes y por el aumento de las Vocaciones Sacerdotales y Religiosas.
La Misa Crismal es una de las principales manifestaciones de la plenitud sacerdotal del obispo, que ha de ser tenido como el gran sacerdote de su grey, y como signo de unión estrecha de los presbíteros con él. En dicha misa se consagra el Santo Crisma y se bendicen los óleos de los catecúmenos y de los enfermos. Esta solemne liturgia se ha convertido en ocasión para reunir a todo el presbiterio alrededor de su obispo y hacer de la celebración una fiesta del sacerdocio.
Normalmente la Misa crismal se celebra el Jueves Santo siempre antes del Triduo Pascual. El Jueves Santo sólo se permiten celebrar la Misa crismal y la Misa verpertina de la Cena del Señor. Por razones pastorales de peso la celebración de la Misa crismal se puede adelantar a otro día de la propia Semana Santa
La palabra “crisma” es griega y denomina un ungüento aromático, mezcla de aceite y bálsamo oloroso, con el que se unge o se da masaje. Viene del verbo “chrío”, ungir, que ha dado origen al término “Christós”, el Ungido, equivalente a “Mesías” en hebreo (“Dios le ungió con el Espíritu Santo y con poder”; Hch 10, 38), y por derivación al de “cristianos”, ungidos, pertenecientes al Ungido.
Palabras de Mons. Victor Hugo Basabe
Queridos hijos miembros del presbiterio de San Felipe
Queridos jóvenes que en estos días viven un encuentro con Jesús participando de la XV Pascual Juvenil en sus distintas comunidades parroquiales.
Hermanas y hermanos miembros de las comunidades religiosas que en medio de nosotros aportan sus carismas, su santidad y trabajos para el bien de nuestra Iglesia diócesana.
Queridos seminaristas y jóvenes aspirantes a ingresar al Seminario. Queridos hermanos todos que han peregrinado hasta esta morada del Señor desde las distintas sedes parroquiales de la Diócesis. Queridos hermanos todos.
Sean bienvenidos a esta celebración en la que el carácter de pueblo sacerdotal y ministerial de la Iglesia se hace visible ante todos.
SIGNIFICADO DE LA MISA CRISMAL
Estamos a pocas horas de culminar el tiempo de Cuaresma y sumergirnos en el santo Triduo de la Pascua. Esta mañana, nos reunimos en este grandioso templo, para participar de esta Eucaristía en la que será consagrado el santo crisma con el que serán signados los bautizados, los confirmados y los llamados a ser partícipes del sacerdocio ministerial de Jesucristo en el seno de nuestra amada Iglesia de San Felipe, de este hecho, de la consagración del Crisma, toma su nombre esta Misa que la Iglesia celebra todos los años en el contexto de las fiestas pascuales, sobre todas las cosas, pensando en los hermanos que han pedido el bautismo a la Iglesia y que debidamente se han preparado para recibir en una sola celebración, en la Vigilia de Pascua, los sacramentos de la iniciación cristiana. Es esta la razón fundamental y práctica de la celebración de esta Eucaristía en la que junto con la consagración del el crisma, también serán bendecidos los oleos usados para ungir a los catecúmenos y a los enfermos.
Nuestra celebración ocurre además en el contexto del jueves santo, jornada en la que la Iglesia, celebrando la Misa de la Cena del Señor en las postrimerías del día, recuerda la institución de la Eucaristía y, en vistas a ella, la institución del sacramento del orden sacerdotal. Hoy pues, día de la Eucaristía y del sacerdocio, les invito a tener en alta estima estos sacramentos, de los cuales el Señor se sirve para hacerse presente y permanecer de manera eminente entre nosotros y, en particular, les invito, a orar por la fidelidad y perseverancia de todos los que hemos sido llamados a participar del sacramento del Orden en vistas a la realización de ese misterio del Señor. Hago llegar desde ya, mi abrazo de felicitación y mi promesa de oración a todo el clero de San Felipe y a los diáconos que son participes también de este sacramento aunque en menor grado.
LA LITURGIA DE LA PALABRA
En la liturgia de la Palabra que se nos propone para esta celebración, el Espíritu Santo es el gran protagonista. En la primera lectura, el profeta Isaías se presenta como un profeta carismático sobre el cual el Espíritu Santo reposa y le unge para la misión que le ha confiado, la misma consiste en anunciar la buena nueva del Señor al pueblo de Israel, en ser portador de la alegría para aquellos que viven sumidos en la tristeza y del consuelo para aquellos que viven en el abatimiento. En el siglo VI a.C. tiempo en el que habla el profeta, se avizora ya el anuncio de la era mesiánica, una era que se inaugura plenamente con Jesús, quien al inicio de su ministerio público en la sinagoga del pueblo que le ha visto crecer, se aplica a sí mismo el texto del profeta que previamente ha leído ante todos y que expresa, llega a su plenitud de cumplimiento en él.
Ese Espíritu, que se posa sobre el profeta y que está en y sobre Jesús, es el mismo que se posará en Pentecostés sobre los apóstoles y les impulsará a ir por el mundo dando razón de la esperanza de la que son portadores a la humanidad entera hasta los últimos confines de la tierra. Ese mismo Espíritu es el que se ha posado en nosotros el día de nuestro bautismo cuando hemos sido ungidos con el santo crisma. La presencia de ese Espíritu es la que es reforzada e invocada sobre nosotros el día de nuestra confirmación a fin que seamos testigos de Jesucristo en el tiempo de la Iglesia en el que somos llamados a la existencia. Ese mismo Espíritu es el que ha sido invocado y que se ha hecho presente el día en que quienes participamos del sacerdocio ministerial recibimos la ordenación. Ese mismo Espíritu es el que fue invocado sobre mí el 21 de mayo de 2016 en este preciso templo a fin que pudiera pastorear al pueblo de Dios de San Felipe como Obispo. Ese mismo Espíritu, es el que hoy invocaremos sobre los aceites y de manera particular sobre el santo crisma a fin que sean medios de santificación para los que en el futuro sean ungidos con ellos.
Ese mismo Espíritu es el que hoy queridos hermanos, les invito a pedir permanezca siempre sobre estos hijos del clero de San Felipe que el Señor me ha confiado presidir y apacentar de manera particular y que son mis más estrechos colaboradores en la misión pastoral.
Queridos sacerdotes, sobre ustedes ha sido invocado el Espíritu Santo y ustedes son los que principalmente deben preocuparse porque la llama de su amor permanezca encendida en sus corazones y en su vida entera. De allí que les invito a mantenerse fieles en la vivencia de las promesas sacerdotales que el día de su ordenación hicieron ante Dios y su Iglesia y que dentro de pocos momentos van a renovar. A alimentarse día a día de la Palabra de Dios a través de la cual Dios nos habla de manera particular y de la que se sirvió para seducirnos y llamarnos a su servicio. A poner en el centro de sus vidas a Jesús con quien han sido invitados a configurarse de manera única y a quien están llamados a hacer presente sobre el altar y con sus existencias. A transitar el camino de la santidad, que es lo que Dios quiere fundamentalmente de nosotros y para nosotros, preocupándonos y desgastándonos en la santificación de su pueblo.
Quiero, en esta mañana, y delante de todos estos hermanos congregados acá, hacerles un llamado muy particular. Lo hago desde la misma palabra que nos ha sido propuesta. El Espíritu del Señor está sobre nosotros, nos envía a ser portadores de la Buena Nueva de Jesucristo para toda la humanidad. A ser fuente de alegría para todo aquel que esté sumido en la tristeza y a ofrecer el consuelo a quienes están sumidos en el abatimiento y la desesperanza.
Nuestro ser ungidos del Señor, nos toca vivirlo en estos últimos días, en medio de circunstancias muy particulares. Venezuela en la actualidad, no está muy lejos de parecerse al pueblo de Israel al cual el profeta Isaías hablaba en el siglo VI. El abatimiento, la tristeza, el desconsuelo y la desesperanza, son los platos que principalmente se sirven en la mayor parte de los hogares de nuestra patria y los sentimientos que están presentes en la vida y pensamiento de la gran mayoría de nuestros hermanos. Sería un pecado que clamaría ante los ojos de Dios y que nos haría perversos ante él, el que nos hagamos ajenos al abatimiento, tristeza, desconsuelo y desesperanza que vive nuestro pueblo. Por eso, en primer lugar, quiero hacer mías las palabras del Santo Padre Francisco en la Misa Crismal celebrada hace algunas horas en la Basílica de San Pedro en la que nos ha invitado a todos los sacerdotes a ser callejeros de la fe. A ser portadores de la Buena Nueva de Jesucristo no encerrándonos en nuestras casas o en nuestros templos sino saliendo al encuentro de la gente, sabedores como somos, que portamos un mensaje de alegría y esperanza, capaz de dar sentido a la existencia más sumida en la tristeza.
Pero también quiero invitarles a ser portadores del consuelo divino en palabras y en obras. La situación de Venezuela, exige de nosotros, la denuncia profética de tantos males a los que nuestro pueblo está siendo sometido. Venezuela no necesita en este momento de sacerdotes que callen ante lo que están contemplando con sus propios ojos y ante lo que están viviendo ellos mismos en carne propia. No se trata de asumir posturas político partidistas o en favor de opciones políticas de derecha o de izquierda, esto no es lo que nos corresponde como ministros del Señor, se trata si, del ejercicio del ministerio profético del cual somos partícipes desde el día de nuestro bautismo y en el cual fuimos reforzados el día de nuestra ordenación sacerdotal.
Quienes en este país hemos sido llamados al sacerdocio, así como tenemos el deber de anunciar la Buena Noticia de Jesucristo y de ofrecer los medios de santificación, tenemos también el deber de salir en auxilio de nuestro pueblo para ayudarlo y promoverlo en sus necesidades y en sus carencias. Es urgente que seamos consoladores de nuestro pueblo en palabra y acción. Urge una atención más cercana de parte nuestra a la pastoral social a través de la cual la Iglesia hace visible su opción por los pobres en función de que estos sean protagonistas de su propia historia y no esclavos de quienes solo quieren servirse de ellos para conseguir fines marcados por la ruindad, el egoísmo y el desprecio. Para nosotros es urgente escuchar el llamado de Dios por boca del mismo profeta Isaías: “Consuelen, consuelen a mi pueblo”.
Son momentos de profundas dificultades, y las nubes en el horizonte, no presagian por ahora mejores tiempos. Es momento pues queridos sacerdotes de clamar al cielo a fin que el Señor escuche los gritos de nuestro pueblo, pero es momento también de caminar a su lado, de acompañarle, compartir y hacerse presente y partícipe de sus angustias y dolores, siendo portadores del auxilio la esperanza y el consuelo cristianos.
Hay en nuestro país, gente interesada en que los sacerdotes seamos una especie de perros mudos o ratones de sacristías ocupados solo en ritos marcados por la vacuidad. Muchos han intentado y lo seguirán haciendo, comprar el silencio de los sacerdotes y así buscar hacerlos cómplices en sus afanes poco edificantes. Que nadie se equivoque, queridos sacerdotes, en el pensar que sus pensamientos y sus palabras tienen precio. Que nadie se equivoque pensando que puede acallar la voz de los pastores que estamos llamados a ser la voz de los que no pueden expresarse simplemente con ocasionales dádivas.
Consuelen, consuelen, consolemos a este pueblo sumido en la tristeza y el dolor con nuestra palabra y nuestro compromiso en su favor. No dejemos solo a este pueblo del que somos parte y no nos dejemos ganar por el miedo. Cristo nos precede en la misión que nos corresponde en esta hora y en medio de este su amado pueblo venezolano.
Por último, una palabra a los jóvenes que este año participan de la XV Pascua Juvenil Diocesana. Son ustedes queridos muchachos la esperanza de esta Iglesia y de este pueblo. Este año la Pascua ha sido preparada teniendo en cuenta la invitación del Papa Francisco a hacer de la pastoral juvenil un espacio para el discernimiento vocacional concebido en su integralidad. Hagan queridos hijitos de su Juventud, el espacio para construir las bases de su vida en el futuro. La juventud es por naturaleza el tiempo de la alegría, pero es el tiempo sobre todo para cimentarse en ella para el resto de la vida. Ustedes están llamados a jugar un papel fundamental en la Venezuela del futuro. Sueñen desde ya y trabajen por ello, en una Venezuela en la que sus jóvenes no tengan que marcharse del país en búsqueda de hacer realidad sus ideales, preocúpense para ellos en cimentar sus vidas en los auténticos valores cristianos. Si hay algo que está al origen de todos los males que actualmente padecemos, es el extravió de nuestros dirigentes de todo principio ético de referencia, es eso lo que les ha hundido en el pillaje y es eso lo que les ha llevado a hundirnos al resto de los venezolanos en el hambre y la miseria que padecemos. Vivan alegres de cara a Dios pero asuman el desde ya el rol que les corresponde en la construcción de un país diferente. Sean portadores de la alegría para tantos jóvenes que lejos de Cristo desesperan. Sean esos callejeros de la fe y esos armadores de líos que el papa les está invitando a ser, y en medio de la vivencia de su fe, preocúpense por descubrir que quiere Dios de ustedes, con la certeza de que él les dará su Espíritu a fin que puedan responder con plenitud de entrega a sus llamados.
Queridos hermanos todos, pido a Dios que esta Pascua del Señor en la que estamos por entrar de manera definitiva, sea para todos, un tiempo de encuentro con él, que plenifique y de sentido a nuestras vidas. Subamos al Gólgota con él, bajemos a la profundidad de su sepulcro y con él resucitemos a una vida nueva y que esa resurrección en la que ahora estamos llamados a tomar parte, sea también el inicio de una nueva era de paz, de alegría y verdadera vida para nuestro sufrido pueblo venezolano. Sea alabado Jesucristo.
Con el Santo Crisma consagrado por el obispo se ungen los recién bautizados, los confirmados son sellados, y se ungen las manos de los presbíteros, la cabeza de los obispos y la iglesia y los altares en su dedicación. Con el óleo de los catecúmenos, estos se preparan y disponen al Bautismo. Con el óleo de los enfermos, éstos reciben el alivio en su debilidad.
De las varias unciones sacramentales de nuestra liturgia, algunas se hacen precisamente con crisma:
– En el Bautismo, después del baño en agua, se realiza la unción postbautismal con el crisma en la coronilla del bautizado, significando su incorporación al sacerdocio de Cristo (mientras que la unción prebautismal se hace con óleo de catecúmenos).
– En la Confirmación la crismación en la frente es el gesto sacramental central, para significar la donación del Espíritu como fuerza para dar testimonio de Cristo en la vida; en Oriente este sacramento se llama “Crismación”, por la unción central hecha con el crisma o “myron”.
– En la ordenación de presbíteros y de Obispos se utiliza el crisma, en las palmas de las manos para los primeros, y sobre la cabeza para los segundos.
– Y finalmente se realizan con el crisma las varias unciones de las paredes y los altares en el Ritual de la dedicación de Iglesias.
Todas estas crismaciones tienen su punto de referencia en la Misa Crismal del Jueves Santo por la mañana (u otro día más oportuno inmediatamente antes del Triduo Pascual). En esta misa el Obispo, rodeado de su prebisterio y de su pueblo, consagra el santo crisma y bendice los demás óleos, que luego serán para toda la diócesis materia de los varios sacramentos. En las oraciones de la Misa Crismal es donde mejor se describe la intención sacramental del crisma. El Obispo pide a Dios que los bendiga y los consagre y así “infundas en él la fuerza del Espíritu Santo con la que ungiste a sacerdotes, reyes, profetas y mártires”: la fuerza y la vida del Espíritu, que penetra en el cristiano con la misma suavidad y efectos benéficos con que lo hace el ungüento del crisma.
En la celebración de la Misa Crismal se pone también de relieve la unidad eclesial en torno al Obispo y el origen pascual de todos los sacramentos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por formar parte de este Blogger. Dios y María Santisima te bendigan!!!