Y los títulos de Jesús componen una hermosa Cristología. Jesús es Rey. Lo dice el título de la cruz, y el patíbulo es trono desde donde el reina. Es sacerdote y templo a la vez, con la túnica inconsútil que los soldados echan a suertes. Es el nuevo Adán junto a la Madre, nueva Eva, Hijo de María y Esposo de la Iglesia. Es el sediento de Dios, el ejecutor del testamento de la Escritura. El Dador del Espíritu. Es el Cordero inmaculado e inmolado al que no le rompen los huesos. Es el Exaltado en la cruz que todo lo atrae a sí, por amor, cuando los hombres vuelven hacia Él la mirada. La Madre estaba allí, junto a la Cruz como madre y discípula que ha seguido en todo la suerte de su Hijo, signo de contradicción como El, totalmente de su parte. Pero solemne y majestuosa como una Madre, la madre de todos, la nueva Eva, la madre de los hijos dispersos que ella reúne junto a la cruz de su Hijo. Maternidad del corazón, que se ensancha con la espada de dolor que la fecunda. Oración universal: Concluimos la liturgia de la Palabra con la oración universal. Las intenciones de esta oración expresan el valor universal de la pasión de Cristo, elevado en la cruz para la salvación del mundo entero. Oremos los unos por los otros. En esta segunda parte la Adoración de Jesucristo en la Santa cruz: La cruz, instrumento de muerte, es exaltada y venerada ahora como instrumento de triunfo, como árbol del cual brota la vida para todo el género humano. Al venerar la Santa Cruz reconocemos que este signo ignominioso se ha convertido para nosotros en signo de victoria y expresión de nuestra esperanza. En Ella adoramos a Cristo que nos trae la victoria sobre el pecado. Recordemos que la ofrenda que damos hoy es dedicada para la conservación de los santos lugares en donde Cristo estuvo. La cruz erguida sobre el mundo sigue en pie como signo de salvación y de esperanza Mirad el árbol de la cruz Somos invitados a mirar fijamente la Cruz del Señor, y a adorarlo no como signo de tortura o derrota, sino como el camino de reconciliación con Dios. Al observar la Cruz nos debe recordar que “la vida es una eterna milicia”, y que tenemos un combate espiritual que no podemos descuidar o abandonar, por más que a veces podamos sentirnos cansados o agobiados por no avanzar como quisiéramos. El sendero de la cruz, el saber cargarla y morir en ella, es una enseñanza que incumbe a todos nosotros. Al mirar el árbol de la Cruz, el madero en el que fue clavado Jesús, ya no vemos la muerte, ya no vemos una estaca inerte, sino que vemos y celebramos la gran victoria de Dios sobre la muerte y el pecado, victoria que ocurrió hace dos mil años, que ocurre cada día en la Eucaristía, y que también se da cuando nos esforzamos por responder a la gracia amorosa de Dios. El Señor Jesús, crucificado en la Cruz, es la muestra de amor más grande que Dios ha podido tener con nosotros. Él vive plenamente lo que enseñó a sus discípulos: "Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos".A continuación iniciamos la tercera parte de la liturgia, que es la Sagrada Comunión, el amor de Cristo se ha manifestado en su sacrificio santo, para quedarse siempre en nosotros. Movidos por este amor, acerquémonos a recibir el Cuerpo de Cristo con fe y agradecimiento. El sermón de las Siete Palabras En este momento se va a dar comienzo al sermón de las siete palabras proclamadas por Nuestro Señor Jesucristo en la Cruz, las Palabras sobre las que vamos a reflexionar son nuevas, muy nuevas podríamos decir, porque Jesús las pronuncia a cada instante. Y no envejecen, porque las pronuncia a cada corazón y a cada hombre en el hoy de la historia. Son palabras para siempre. Sí, estas palabras históricas pronunciadas desde la cruz son palabras eternamente nuevas, y hacen a quienes las acogen y las viven hombres también nuevos. Primera Palabra:"Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lc 23,34) Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la cruz para pagar con tu sacrificio la deuda de mis pecados, y abriste tus divinos labios para alcanzarme el perdón de la divina justicia: ten misericordia de todos los hombres que están agonizando y de mí cuando me halle en igual caso: y por los méritos de tu preciosísima Sangre derramada para mi salvación, dame un dolor tan intenso de mis pecados, que expire con él en el regazo de tu infinita misericordia. Segunda Palabra: "Hoy estarás conmigo en el Paraíso" (Lc 23, 43) Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la Cruz y con tanta generosidad correspondiste a la fe del buen ladrón, cuando en medio de tu humillación redentora te reconoció por Hijo de Dios, hasta llegar a asegurarle que aquel mismo día estaría contigo en el Paraíso: ten piedad de todos los hombres que están para morir, y de mí cuando me encuentre en el mismo trance: y por los méritos de tu sangre preciosísima, aviva en mí un espíritu de fe tan firme y tan constante que no vacile ante las sugestiones del enemigo, me entregue a tu empresa redentora del mundo y pueda alcanzar lleno de méritos el premio de tu eterna compañía. Tercera Palabra: "He aquí a tu hijo: he aquí a tu Madre" (Jn 19, 26) Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la Cruz y , olvidándome de tus tormentos, me dejaste con amor y comprensión a tu Madre dolorosa, para que en su compañía acudiera yo siempre a Ti con mayor confianza: ten misericordia de todos los hombres que luchan con las agonías y congojas de la muerte, y de mí cuando me vea en igual momento; y por el eterno martirio de tu madre amantísima, aviva en mi corazón una firme esperanza en los méritos infinitos de tu preciosísima sangre, hasta superar así los riesgos de la eterna condenación, tantas veces merecida por mis pecados. Cuarta Palabra: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (Mt 27, 46) Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la Cruz y tormento tras tormento, además de tantos dolores en el cuerpo, sufriste con invencible paciencia la mas profunda aflicción interior, el abandono de tu eterno Padre; ten piedad de todos los hombres que están agonizando, y de mí cuando me haye también el la agonía; y por los méritos de tu preciosísima sangre, concédeme que sufra con paciencia todos los sufrimientos, soledades y contradicciones de una vida en tu servicio, entre mis hermanos de todo el mundo, para que siempre unido a Ti en mi combate hasta el fin, comparta contigo lo más cerca de Ti tu triunfo eterno. Quinta Palabra: "Tengo sed" (Jn 19, 28) Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la Cruz, y no contento con tantos oprobios y tormentos, deseaste padecer más para que todos los hombres se salven, ya que sólo así quedará saciada en tu divino Corazón la sed de almas; ten piedad de todos los hombres que están agonizando y de mí cuando llegue a esa misma hora; y por los méritos de tu preciosísima sangre, concédeme tal fuego de caridad para contigo y para con tu obra redentora universal, que sólo llegue a desfallecer con el deseo de unirme a Ti por toda la eternidad. Sexta Palabra: "Todo está consumado" (Jn 19,30) Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la Cruz, y desde su altura de amor y de verdad proclamaste que ya estaba concluída la obra de la redención, para que el hombre, hijo de ira y perdición, venga a ser hijo y heredero de Dios; ten piedad de todos los hombres que están agonizando, y de mí cuando me halle en esos instantes; y por los méritos de tu preciosísima sangre, haz que en mi entrega a la obra salvadora de Dios en el mundo, cumpla mi misión sobre la tierra, y al final de mi vida, pueda hacer realidad en mí el diálogo de esta correspondencia amorosa: Tú no pudiste haber hecho más por mí; yo, aunque a distancia infinita, tampoco puede haber hecho más por Ti. Séptima Palabra: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu" (Lc 23, 46)Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la Cruz, aceptaste la voluntad de tu eterno Padre, resignando en sus manos tu espíritu, para inclinar después la cabeza y morir; ten piedad de todos los hombres que sufren los dolores de la agonía, y de mí cuando llegue esa tu llamada; y por los méritos de tu preciosísima sangre concédeme que te ofrezca con amor el sacrificio de mi vida en reparación de mis pecados y faltas y una perfecta conformidad con tu divina voluntad para vivir y morir como mejor te agrade, siempre mi alma en tus manos. ¡Virgen de dolores y Madre mía! Que, como Tú, acompañe yo siempre a tu Hijo en vida, redención y muerte. Y después de glorificado en la tierra, le glorifique por toda la eternidad, junto a Él y junto a Ti. Te lo pido por tu aflicción y martirio, al pie de la Cruz. Asísteme siempre especialmente en este último momento del combate cristiano que abrirá la eternidad feliz, en compañía de tu Hijo. Así sea. Procesión con el Santo Cuerpo por el Sector la Concepción. Llegando de la Procesión con el Santo Cuerpo a la Parroquia. Cristo, por nosotros, se sometió incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo, y le concedió el "Nombre-sobre-todo-nombre".
Reciban un cordial saludo, a todos los que a través de este blog de la PARROQUIA INMACULADA CONCEPCIÓN, de Yaritagua, Municipio Peña Estado Yaracuy, Venezuela están en contacto. Queremos crecer como una comunidad cristiana que ANUNCIA, FORMA, CELEBRA Y DA TESTIMONIO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO. Todos los cristianos, nos sentimos invitados y llamados a asumir el compromiso de evangelizar de la que cada uno somos corresponsables. Párroco Jesús Antonio Acero.
Se Invita a la Feligresía en general, a participar de las Charlas de Formación los días martes a partir de las 5:30pm
viernes, 30 de marzo de 2018
Viernes Santo 30-03-2018
Nos congregamos esta tarde, para celebrar la conmemoración de la muerte del Señor, cuyo sentido comprenderemos definitivamente en el día de mañana, al celebrar la Vigilia Pascual. Jesús nos ha enseñado que el sentido de la vida es el amor, y que el amor verdadero llega hasta el extremo de entregar la propia vida. Seremos contemplativos de la Cruz del Señor, donde tuvo origen la salvación del mundo, y, al comulgar, nos haremos partícipes de su Cuerpo entregado y de su Sangre derramada. Por ello, La liturgia de esta tarde se divide en tres partes:
Primera Parte: Liturgia de la Palabra que culmina con la Oración Universal
Segunda Parte: Adoración de Jesucristo en la Cruz.
Tercera Parte: La Sagrada Comunión.
El sacerdote y el diácono se postran ante al altar. Este gesto de humildad, de anonadamiento, expresa la pequeñez del hombre frente a la grandeza de Dios.
En la pasión, Cristo nos da una gran lección de generosidad. Esto debe despertar en nosotros una respuesta de gratitud y compromiso serio. El camino de la cruz es el camino de nuestra vida, que debemos recorrer apoyados en Jesús. Al final, Él nos dará la victoria.
En este día recordamos cuando Jesús muere en la cruz para salvarnos del pecado y darnos la vida eterna. Este día no se celebra la Santa Misa.
La tarde del Viernes Santo presenta el drama inmenso de la muerte de Cristo en el Calvario. .
Con la Pasión de Jesús según el Evangelio de Juan contemplamos el misterio del Crucificado, con el corazón del discípulo amado, de la Madre, del soldado que le traspasó el costado.
La pasión nos lleva a contemplar el misterio de la cruz de Cristo como una solemne liturgia. Todo es digno, solemne, simbólico en su narración: cada palabra, cada gesto. La densidad de su Evangelio se hace ahora más elocuente.
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