Reciban un cordial saludo, a todos los que a través de este blog de la PARROQUIA INMACULADA CONCEPCIÓN, de Yaritagua, Municipio Peña Estado Yaracuy, Venezuela están en contacto. Queremos crecer como una comunidad cristiana que ANUNCIA, FORMA, CELEBRA Y DA TESTIMONIO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO. Todos los cristianos, nos sentimos invitados y llamados a asumir el compromiso de evangelizar de la que cada uno somos corresponsables. Párroco Jesús Antonio Acero.
Se Invita a la Feligresía en general, a participar de las Charlas de Formación los días martes a partir de las 5:30pm
domingo, 25 de marzo de 2018
Domingo de Ramos 25-03-2018
Hoy los feligreses de Parroquia Inmaculada Concepción nos trasladamos a la carrera 16 entre calles 9 y 12 para realizar la bendición de las palmas y salir en procesión hasta el templo.
En este día, recuerdamos la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén, montado en un burro, mientras la gente lo aclamaba con hojas de palmas como hijo de Dios días antes de su pasión, muerte y resurrección.
Nos concentramos para esperar que Nuestro Sacerdote Jesús Acero realice el rito de la bendición de las palmas.
Nosotros recibimos las palmas y decimos o cantamos “Bendito el que viene en el nombre del Señor”. El sacerdote bendice las palmas y dirige la procesión. Luego se comienza la Misa. Se lee el Evangelio de la Pasión de Cristo.
Bendito el que viene en el nombre del Señor.
Recordamos de esta manera la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén cuando fue recibido por sus discípulos y la población con palmas y ramos de olivo.
Los que iban delante y detrás de Jesús gritaban:"¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!".
Fueron muchos los que siguieron a Cristo en este momento de triunfo, pero fueron pocos los que lo acompañaron en su pasión y muerte.
Recibieron a Cristo mientras entraba a la ciudad con palmas y ramos en muestra de que era el Mesias.
¿Cómo no alabar a Aquel que nos ha devuelto la dignidad y la esperanza? Es la alegría de tantos pecadores perdonados que volvieron a confiar y a esperar.
¡Qué difícil es comprender la alegría y la fiesta de la misericordia de Dios para quien quiere justificarse a sí mismo y acomodarse! ¡Qué difícil es poder compartir esta alegría para quienes solo confían en sus propias fuerzas y se sienten superiores a otros!
Jesús entra en Jerusalén. La liturgia nos invita a hacernos partícipes y tomar parte de la alegría y fiesta del pueblo que es capaz de gritar y alabar a su Señor; alegría que se empaña y deja un sabor amargo y doloroso al terminar de escuchar el relato de la Pasión.
El mejor antídoto es mirar la cruz de Cristo y dejarnos interpelar por su último grito. Cristo murió gritando su amor por cada uno de nosotros; por jóvenes y mayores, santos y pecadores, amor a los de su tiempo y a los del nuestro tiempo.
Pareciera que en esta celebración se entrecruzan historias de alegría y sufrimiento, de errores y aciertos que forman parte de nuestro vivir cotidiano como discípulos, ya que logra desnudar los sentimientos contradictorios que también hoy, hombres y mujeres de este tiempo, solemos tener: capaces de amar mucho y también de odiar y mucho, capaces de entregas valerosas y también de saber «lavarnos las manos» en el momento oportuno; capaces de fidelidades pero también de grandes abandonos y traiciones.
"Bendito el que llega en nombre del Señor".
Iniciamos con esta Eucaristía, la Semana Santa o Semana Mayor, en la cual celebramos con toda la Iglesia los misterios de la salvación actuados por Cristo. En este día, acogemos a Jesús como nuestro Rey y Señor, y contemplamos su Pasión. Esta celebración nos invita a hacer profesión de fe, en donde la cruz y la muerte del Señor son en definitiva el camino de su triunfo y Señorío.
La Palabra de Dios nos invita a acoger la cruz de Jesús, signo del amor del Padre y fuente de vida: sin Cristo, muerto y resucitado, no hay salvación.
Y así nace el grito del que no le tiembla la voz para gritar: «¡Crucifícalo!». No es un grito espontáneo, sino el grito armado, producido, que se forma con el desprestigio, la calumnia, cuando se levanta falso testimonio. Es el grito que nace cuando se pasa del hecho a lo que se cuenta, nace de lo que se cuenta. Es la voz de quien manipula la realidad y crea un relato a su conveniencia y no tiene problema en «manchar» a otros para salirse con la suya. Esto es un falso relato. El grito del que no tiene problema en buscar los medios para hacerse más fuerte y silenciar las voces disonantes. Es el grito que nace de «trucar» la realidad y pintarla de manera tal que termina desfigurando el rostro de Jesús y lo convierte en un «malhechor». Es la voz del que quiere defender la propia posición desacreditando especialmente a quien no puede defenderse. Es el grito fabricado por la «tramoya» de la autosuficiencia, el orgullo y la soberbia que afirma sin problemas: «Crucifícalo, crucifícalo».
Es una oportunidad para proclamar a Jesús como el rey y centro de nuestras vidas. Debemos parecernos a esa gente de Jerusalén que se entusiasmó por seguir a Cristo. Decir “que viva mi Cristo, que viva mi rey...” Es un día en el que le podemos decir a Cristo que nosotros también queremos seguirlo, aunque tengamos que sufrir o morir por Él. Que queremos que sea el rey de nuestra vida, de nuestra familia, de nuestra patria y del mundo entero. Queremos que sea nuestro amigo en todos los momentos de nuestra vida.
“Bendito el que viene en el nombre del Señor”.
Que viva mi Cristo que viva mi rey
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