Dios, que por la Concepción Inmaculada de la Virgen preparaste digna morada a tu Hijo, te suplicamos, que, así como por la muerte prevista de tu Hijo la preservaste de toda mancha, por la intercesión de María nos concedas llegar a Ti enteramente limpios.
Amén.
Grandeza de María
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones.
Lc 1, 48.
Toda la grandeza de María radica en el cimiento de su humildad; humildad de una creatura privilegiada, única en el mundo, divina y regia, como un rayo que proviene del sol. Pero, mejor que el sol, pues la Virgen es inteligente y es libre, sabía bien que todo cuanto tiene de riqueza le viene de Dios, de esa hoguera de caridad que alberga en su seno.
Humildad novísima y hermosa sin igual que no la deja sentir la tentación de minimizar la magnitud del don recibido, ni hacer callar la alabanza que asoma a los labios de quien la saluda, elogio que harán de Ella todas las futuras generaciones:
«Desde ahora me felicitarán
todas las generaciones
porque el Poderoso
ha hecho obras grandes por mí».
Parecida humildad es tanto más profunda, cuanto que al afirmar su nada para cantar las alabanzas de su Dios, crea nuevos abismos que la Gracia llenará.
Humildad, caridad. Virtudes marianas por excelencia, resaltadas en la Visitación de manera muy especial. Jesús, presente en María, viene al encuentro de Jesús, presente en sus hermanos pacadores. Se esconde de este modo para poder amarse más a sí mismo en nosotros, por María, por San Juan Bautista, por Santa Isabel y por todos aquellos que, habiéndolo recibido, busquen entregarse a los demás.
Hoy nos vamos a acercar a María para pedirle entender estas escenas: Circuncisión, Purificación de María, y Presentación del Niño. Santa Obediencia podríamos titular este tríptico sublime. Obediencia, pedida con urgencia por Su Santidad Pablo VI, y que supone una virtud de cimientos: HUMILDAD. Sobre los hijos de la Virgen que quieren aprender sus heroicas lecciones, descienda la gracia de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Amén.
ORACIÓN DE ESTE DÍA. Oh Santísimo Hijo de María Inmaculada y benignísimo Redentor nuestro: así como, desde el primer instante de su Concepción, diste a María más gracia que a todos los santos y ángeles del cielo, así te rogamos humildemente, por intercesión de tu Madre Inmaculada, nos inspires un aprecio singular de la divina gracia que tú nos adquiriste con tu sangre, y nos concedas el aumentarla más y más con nuestras buenas obras y con la recepción de tus Santos Sacramentos, especialmente el de la Comunión.
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