Reciban un cordial saludo, a todos los que a través de este blog de la PARROQUIA INMACULADA CONCEPCIÓN, de Yaritagua, Municipio Peña Estado Yaracuy, Venezuela están en contacto. Queremos crecer como una comunidad cristiana que ANUNCIA, FORMA, CELEBRA Y DA TESTIMONIO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO. Todos los cristianos, nos sentimos invitados y llamados a asumir el compromiso de evangelizar de la que cada uno somos corresponsables. Párroco Jesús Antonio Acero.

Se Invita a la Feligresía en general, a participar de las Charlas de Formación los días martes a partir de las 5:30pm


sábado, 19 de mayo de 2018

Vigilia de Pentecostés 19-05-2018

Queridos hermanos, hoy está Solemne Vigilia de Pentecostés nos introduce en la Fiesta que culmina la Pascua. Hoy, al igual que los apóstoles, nos preparamos para recibir al Espíritu Santo, la gran promesa que Jesús nos hizo antes de ascender a los cielos, solemnidad que celebrábamos el domingo pasado.
Abrámonos a la acción del Espíritu Santo.
Las lecturas bíblicas de está Vigilia nos presentan una visión muy rica de la misión del Espíritu Santo, que sigue actuando hoy, empujándonos a dar testimonio de nuestra fe con la coherencia y la valentía de nuestras palabras y de nuestras obras.
En esta Vigilia de Pentecostés, nos preguntamos:
¿Quién o qué es el Espíritu Santo?
¿Cómo podemos reconocerlo?
¿Cómo vamos nosotros a él y él viene a nosotros?
¿Qué es lo que hace?
Una primera respuesta nos la da el gran himno pentecostal de la Iglesia: "Veni, Creator Spiritus...", "Ven, Espíritu Creador..." Este himno alude aquí a los primeros versículos de la Biblia, que presentan, mediante imágenes, la creación del universo. Allí se dice, ante todo, que por encima del caos, por encima de las aguas del abismo, aleteaba el Espíritu de Dios. El mundo en que vivimos es obra del Espíritu Creador. Pentecostés no es sólo el origen de la Iglesia y, por eso, de modo especial, su fiesta; Pentecostés es también una fiesta de la creación.
Nosotros no sólo debemos saber algo del Espíritu Santo; además, mediante él mismo, debemos ser atraídos hacia Dios. Por eso él debe morir y resucitar, porque ahora ya no se encuentra en un lugar determinado, sino que su Espíritu, el Espíritu Santo, ya emana de él y entra en nuestro corazón, uniéndonos así con Jesús mismo y con el Padre, con el Dios uno y trino.
Anuncio del Kerigma El Kerigma o Primer Anuncio de la Buena Nueva.
Antes de volver al Padre, Jesús encomienda a la iglesia, es decir, a los discípulos reunidos, a llevar la buena noticia de su salvación a todos los confines de la tierra. La comunidad cristiana, fiel a esta misión, prepara hombres y mujeres para que sean verdaderos discípulos del Señor. Hoy estamos llamados a la proclamación del misterio de Cristo, mediante el Kerigma, El Kerigma es la preparación fundamental de todo cristiano que quiere tener relación de ojos abiertos y corazón palpitante con Cristo resucitado.
El Amor de Dios
El amor de Dios es motivado por su paternidad, no por nuestra bondad; nos ama porque es nuestro padre y nosotros somos sus hijos. Porque él es amor, no nos pide nada para amarnos: él nos ama de manera incondicional. Dios te ama más de lo que te pueda amar nadie en este mundo.
Las Consecuencias del Pecado
Para experimentar ese gran amor que tiene Dios reservado para nosotros será necesario entregarle nuestra vida y nuestro corazón con fe, esto es, creerle que todo lo que nos ha prometido lo cumplirá, y así estar dispuestos a dejar nuestra vida en sus manos, para lo cual será necesario renunciar al pecado, abandonar nuestro antiguo modo de vivir, y empezar una vida según el ejemplo y las enseñanzas de Cristo.
Fe y Conversión
Para experimentar ese gran amor que tiene Dios reservado para nosotros será necesario entregarle nuestra vida y nuestro corazón con fe, esto es, creerle que todo lo que nos ha prometido lo cumplirá, y así estar dispuestos a dejar nuestra vida en sus manos, para lo cual será necesario renunciar al pecado, abandonar nuestro antiguo modo de vivir, y empezar una vida según el ejemplo y las enseñanzas de Cristo.
Satanás y sus obras
El demonio busca inducirnos al pecado para alejarnos de Dios y, así, conducirnos a la muerte. Nos engaña sobre qué hace en realidad felices a los hombres. Nos aleja de Dios mediante la superstición, la magia y el esoterismo. Para ser fieles a Dios en el seguimiento de Jesús, no sólo hemos de alejarnos del pecado, sino renunciar a todo aquello que nos aleja de Dios, renunciar a Satanás y sus obras y hacer el firme propósito de no volver a pecar.
Señorío de Cristo.
San Pablo al escribir a los Filipenses les dice que Dios constituyó a Jesús como Señor y que le concedió todo poder en el cielo y en la tierra. Jesús es el Señor del universo y toda criatura le está sometida; Dios le hizo juez de vivos y muertos. El cristiano necesita aceptar a Jesús en su vida de cada día como su Dios y Señor y le ha de entregar todo su ser, acciones, pensamientos, deseos y proyectos. Decirle Señor a Jesús supone hacer lo que él nos pide.
El Espíritu Santo
Jesús pide a sus discípulos que no se aparten de Jerusalén para recibir al abogado consolador, la promesa del Padre. Es un compromiso de Dios para con los hombres por medio de Jesús. Sólo el Espíritu Santo logra la renovación interior del hombre, haciéndolo hombre nuevo. El amor, la armonía, la paz, el servicio son prueba de la presencia del Espíritu Santo en medio de su iglesia.
La Comunidad
Por la Evangelización la Iglesia es construida y plasmada como comunidad de fe.
La Iglesia nace de la acción evangelizadora de Jesús y de los doce. Es un fruto normal, deseado, el más inmediato y el más visible.
Esta nueva evangelización está destinada a la formación de comunidades eclesiales maduras, en las cuales la fe consiga liberar y realizar todo su originario significado de adhesión a la persona de Cristo y su Evangelio.
El Espíritu Santo quiere la unidad, quiere la totalidad. Por eso, su presencia se demuestra finalmente también en el impulso misionero.
El Espíritu Santo da a los creyentes una visión superior del mundo, de la vida, de la historia y los hace custodios de la esperanza que no defrauda.
El mundo no existe por sí mismo; proviene del Espíritu Creador de Dios, de la Palabra Creadora de Dios.
El Espíritu Santo, al dar vida y libertad, da también unidad. Son tres dones inseparables entre sí. A Nicodemo que, buscando la verdad, va de noche con sus preguntas, Jesús le dice: "El Espíritu sopla donde quiere" (Jn 3, 8). Pero la voluntad del Espíritu no es arbitraria. Es la voluntad de la verdad y del bien. Por eso no sopla por cualquier parte, girando una vez por acá y otra vez por allá; su soplo no nos dispersa, sino que nos reúne, porque la verdad une y el amor une.
El Espíritu Santo es el Espíritu de Jesucristo, el Espíritu que une al Padre y al Hijo en el Amor que en el único Dios da y acoge. Él nos une de tal manera, que san Pablo pudo decir en cierta ocasión: "Todos vosotros sois uno en Cristo Jesús" (Ga 3, 28). El Espíritu Santo, con su soplo, nos impulsa hacia Cristo. El Espíritu Santo actúa corporalmente, no sólo obra subjetivamente, "espiritualmente". A los discípulos que lo consideraban sólo un "espíritu", Cristo resucitado les dijo: "Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved que un fantasma no tiene carne y huesos como veis que yo tengo" (Lc 24, 39). Esto vale para Cristo resucitado en cualquier época de la historia.
Oremos a Dios Padre, por nuestro Señor Jesucristo, en la gracia del Espíritu Santo, para que la celebración de la solemnidad de Pentecostés sea como fuego ardiente y viento impetuoso para la vida cristiana y para la misión de toda la Iglesia y para Nuestra Patria Venezuela.
Las intenciones de Nuestra amada Venezuela en el corazón de la santísima Virgen María, presente en el Cenáculo juntamente con los Apóstoles; que ella interceda para que se hagan realidad. Y sobre todos y cada uno de nosotros sea derramada la efusión de los dones del Espíritu Santo, a fin de que también en nuestro tiempo se realice la experiencia de un nuevo Pentecostés. Amén
Señor escucha nuestras suplicas, te lo pedimos por tu amado Hijo Jesucristo, que vive y Reina contigo en la Unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos, Amén Jesús.
Oh Dios, así como mandaste tu Santo Espíritu sobre la Iglesia primitiva en las lenguas encendidas y el fuerte viento de Pentecostés, ahora, te pedimos que mandes ese mismo Espíritu sobre nosotros, para que podamos salir a proclamar el Evangelio de Cristo a cada criatura.
Humildemente oramos para que tú aumentes tu vida Trinitaria entre nosotros; haznos testigos santos y efectivos de la muerte y Resurrección de Jesús; ayúdanos a vivir nuestra fe católica con tal alegría, convicción y amor que atraiga a otros al sagrado misterio de tu Iglesia y a la gracia poderosa de los sacramentos. Te suplicamos que nos hagas ministros de tu Palabra, en la expresión y la acción, en la verdad y la caridad, en el misterio de la cruz de Jesús y en la luz de su gloriosa resurrección.
Amén.

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